top of page

Los orígenes de la ética del trabajo.

Foto del escritor: ReconcienciaReconciencia

Siempre habrá pobres entre nosotros, lo dice la sabiduría popular. Pero esa sabiduría no esta tán segura ni es tán categórica sobre la difícil situación de como se hace pobres a los pobres y como se llega a verlos como tales. Tampoco, hasta punto el modo como se los hace y se los ve depende de la manera en que nosotros (la gente común, ni ricos ni pobres) vivimos nuestra vida y elogiamos o despreciamos la forma en que otros lo hacen.

Un análisis detenido del modo como lo hacemos puede revelarnos algunos aspectos importantes de nosotros mismos.


No es lo mismo ser pobre en una sociedad que empuja a cada adulto al trabajo productivo, que serlo en una sociedad que -gracias a la enorme riqueza acumulada en siglos de trabajo- puede producir lo necesario sin la participación de una amplia y creciente porción de sus miembros. Una cosa es ser pobre en una comunidad de productores con trabajo para todos; otra, totalmente diferente, es serlo en una sociedad de consumidores cuyos proyectos de vida se construyen sobre las opciones de consumo y no sobre el trabajo. la capacidad profesional o el empleo disponible. Si en otra época "ser pobre" significaba estar sin trabajo, hoy alude fundamentalmente a la condición de un consumidor expulsado del mercado.

La diferencia modifica radicalmente la situación, tanto en lo que se refiere a la experiencia de vivir en la pobreza como a las oportunidades y perspectivas de escapar de ella.


Propone examinar el desarrollo del cambio producido a lo largo de la historia moderna y pasar revista a sus consecuencias. Solo así sera posible comprenderla y enfrentarla en su forma actual.


Los orígenes de la ética del trabajo.

De la cual se esperaba -desde el comienzo de los tiempos modernos- que atrajera a los pobres hacia las fabricas, erradicara la pobreza y garantizara la paz social. En la practica sirvió para entrenar y disciplinar a la gente, inculcándole la obediencia necesaria para que el nuevo régimen fabril funcionara correctamente.


¿Qué es la ética del trabajo?

En pocas palabras, es una norma de vida con dos premisas explícitas y dos presunciones tácitas. La primera premisa dice que, si se quiere conseguir lo necesario para vivir y ser feliz, hay que hacer algo que los demás consideren valioso y digno de un pago. Nada es gratis: se trata siempre de un quid pro quo, de un "doy algo para que me des"; es preciso dar primero para recibir después.


La segunda premisa afirma que esta mal, que es necio y moralmente dañino, conformarse con lo ya conseguido y quedarse con menos en lugar de buscar mas; que es absurdo e irracional dejar de esforzarse después de haber alcanzado la satisfacción; que no es decoroso descansar, salvo para reunir fuerzas y seguir trabajando. Dicho de otro modo: trabajar es un valor en sí mismo, una actividad noble y jerarquizadora.

Y la norma continua: hay que seguir trabajando aunque no se vea que cosa que no se tenga podría aportarnos el trabajo, y aunque eso no lo necesitemos para nada. Trabajar es bueno; no hacerlo es malo.

La primera presunción tácita -sin la cual ni el mandato mismo, ni ninguna de las premisas señaladas resultarían tan obvios- es que la mayoría de la gente tiene una capacidad de trabajo que vender y puede ganarse la vida ofreciendola para obtener a cambio lo que merece; todo lo que la gente posee es una recompensa por su trabajo anterior y por estar dispuesta a seguir trabajando. El trabajo es el estado normal de los seres humanos; no trabajar es anormal.

La otra presunción sostiene que solo el trabajo cuyo valor es reconocido por los demás (trabajo por el que hay que pagar salarios o jornales, que puede venderse y está en condiciones de ser comprado) tiene el valor moral consagrado por la ética del trabajo. Este, aunque breve, es un resumen adecuado de la forma que la ética del trabajo adoptó en nuestra sociedad, la sociedad "moderna".


Cuando el concepto hizo su aparición en el debate publico, la malsana y peligrosa costumbre que la ética del trabajo debía combatir, destruir y erradicar se apoyaba en la tendencia -muy humana- a considerar ya dadas las necesidades propias, y a limitarse a satisfacerlas. Nada mas. Una vez cubiertas esas necesidades básicas, los obreros "tradicionalistas" no Ie encontraban sentido a seguir trabajando o a ganar mas dinero, después de todo, ¿para que? había otras cosas mas interesantes y dignas de hacer, que no se podían comprar pero se escapaban, se ignoraban o se perdían si uno pasaba el día desvelándose tras el dinero. Era posible vivir decentemente con muy poco; el umbral de lo que se consideraba digno estaba ya fijado, y no había por que atravesarlo; una vez alcanzado el limite no había urgencia alguna por ascender, al menos, así pintaban la situación los empresarios de la época, los economistas que se afanaban por entender los problemas de esos empresarios y los predicadores morales, ansiosos por que las cosas mejoraran.


La memoria histórica permanece a salvo: la historia la escriben los triunfadores. No sorprende, por eso, que este cuadro de situación pasara a formar parte del esquema del relato histórico y se convirtiera en la crónica oficial de la dura batalla librada por los pioneros de la razón moderna contra la irracional, ignorante, insensata e imperdonable resistencia al progreso. Según esa crónica, el objetivo de la guerra era lograr que los ciegos vieran la luz, obligar a los necios a emplear su inteligencia, y enseñarles a todos a aspirar a una vida mejor, a desear cosas nuevas y superiores, y -a través de ese deseo- mejorarse a sí mismos. En caso necesario, sin embargo, había que obligar a los recalcitrantes a actuar como si en realidad tuvieran esos deseos.


En la practica, los hechos sucedieron exactamente al revés de lo que sugerían los primeros empresarios en sus quejas contra los lentos y perezosos brazos de los obreros; también al revés de lo que economistas y sociólogos, mas adelante consideraron verdad histórica comprobada. En rigor la aparición del régimen fabril puso fin al romance entre el artesano y su trabajo, lo contrario de lo que postulaba la "ética del trabajo". La cruzada moral que la historia describía como una batalla para introducir la ética del trabajo (o como la educación para poner en práctica el "principio del buen rendimiento") fue en realidad, un intento de resucitar actitudes característica del periodo preindustrial, pero en condiciones nuevas que las despojaban de sentido. El propósito de la cruzada moral era recrear, dentro de la fabrica y bajo la disciplina impuesta por los patrones, el compromiso pleno con el trabajo artesanal, la dedicación incondicional al mismo y el cumplimiento, en el mejor nivel posible, de las tareas impuestas. Las mismas actitudes que -cuando ejercía el control sobre su propio trabajo-...



Elaborado por: SR



 
 
 

Comments


Recuperando la conciencia 

colectiva

© 2020 by Reconciencia1111. Proudly created with Wix.com

bottom of page